Historia

 

La situación privilegiada de la ciudad de Tarragona, tanto desde el punto de vista topográfico como estratégico, y la existencia de una pequeña playa junto a la desembocadura del río Francolí, ha hecho que a lo largo del tiempo diferentes pueblos se instalaran en la ciudad.

Los navegantes griegos iniciaron las primeras transacciones comerciales, a pesar de que fueron los romanos los primeros que, posiblemente, construyeron una estructura portuaria de la cual no han quedado vestigios.

Los estudios más recientes ponen en entredicho la interpretación que históricamente se había dado de esta infraestructura, así como si realmente llegó a existir teniendo en cuenta los insuficientes hallazgos arqueológicos descubiertas hasta ahora, y cada vez tiene más consistencia la hipótesis que construyeron solo un muelle sobre pilares (opus pilarum), en una zona próxima a la que ocupa actualmente la plaza de los Carros (la línea costera en aquella época era diferente a la que conocemos hoy en día) que serviría de complemento a buenas condiciones que ofrecía la bahía portuaria y que actuaría como estructura de carga y descarga de mercancías.

El que sí que hicieron casi con seguridad los romanos fue dotarse de estructuras de almacenamiento y habilitar zonas donde poder reparar los barcos, así como otros espacios donde personas con oficios vinculados con el mar y la navegación pudieran ejercerlos. Así lo confirman los recientes hallazgos arqueológicos de estructuras portuarias en el lugar donde posteriormente se erigiría el teatro romano (a la parte baja de la ciudad), que podrían corresponder a almacenes, necesarios para la actividad mercantil portuaria, a la vez que son la muestra que el que empezó siente un enclave militar con el tiempo, se convirtió en un puerto comercial.

Después del abandono que sufrió el puerto durante las invasiones del pueblo godo y árabe, hasta la repoblación del siglo XII, casi no se tiene noticia de ninguna obra ni actividad relacionada con el puerto. En cambio, a partir de esta fecha, es cuando la ciudad de Tarragona empezó a interesarse para ofrecer un puerto en buenas condiciones y a la vez beneficiarse de las transacciones comerciales derivadas de aquella actividad.
Durante esta época, la monarquía concedió algunos privilegios destinados a salvaguardar y a proteger el intercambio de mercancías en el puerto de Tarragona con franquicias de derechos de aduana. Así, el 1484, el rey Fernando el Católico autorizó la habilitación definitiva del puerto con la construcción de un dique de obra.
 
Por este motivo, se instauró una Junta formada por las fuerzas vivas de la ciudad: un prelado, representación del municipio y del capítulo de la catedral. Las obras se financiarían con el cobro de derechos sobre determinados productos como la carne, el pan y el vino por todos los pueblos del Camp de Tarragona. La oposición de algunos de estos pueblos a pagar este impuesto, desvió temporalmente el comercio hacia Salou, puerto natural que era utilizado desde hacía tiempo por todas las personas que comerciaban en Reus y alrededores.
 
La muerte del rey, la epidemia de peste que asoló nuestras comarcas, las guerras internacionales y el aumento de la piratería afectaron negativamente al puerto de Salou y, por el contrario, favoreció la reanudación de las obras del muelle tarraconense hasta que la Guerra de los Segadores el 1652, paralizó nuevamente el comercio que fue reconducido otra vez hacia Salou.
 
La recuperación fue muy lenta pero la preocupación para rehabilitar el muelle continuaba latente. El impulso definitivo se produjo cuando Tarragona, a raíz del Decreto de Nueva Planta, fue nombrada 'cap del Corregiment'. Esta capitalidad le dio las fuerzas suficientes para conseguir los favores reales tan necesarios para las obras portuarias. Tanto es así, que en 1790, se inauguraron oficialmente las obras de reconstrucción del Port de Tarragona y se nombró la Junta Protectora de las Obras del Puerto para gestionarlas. La dirección fue a cargo del ingeniero Joan Ruiz de Apodaca, que era quien había diseñado el primer proyecto del puerto de Tarragona.
 

 

 

 

 

 
En 1799 Apodaca fue sustituido en la dirección por el brigadier de la Real Armada Joan Smith, el cual redactó un nuevo proyecto que ampliaba el de su antecesor y preveía la construcción de un dique de 1.337 metros de longitud. Smith se ocupó también de hacer llegar el agua al puerto gracias a un acuerdo con el arzobispo Mon i Velarde y de redactar un proyecto para Tarragona: el de la Nueva Población de Marina en 1806 que configuró la urbanización de la parte baja de la ciudad.
 
Durante todo el siglo XIX se construyó de manera sistemática en el puerto a excepción de periodos concretos como la Guerra del Francés, la crisis de la filoxera y la pérdida de las colonias americanas de Cuba y Filipinas.
 
El año 1835 las obras del puerto y su gestión pasaron a ser competencia del Ministerio de Fomento, la Junta Protectora fue suprimida y sus funciones las asumieron la gobernación civil y la Diputación.
Desde el Ayuntamiento se consiguió la creación de una nueva Junta que sólo tuvo vigencia del año 1841 al 1846.

La situación se normalizó a partir del año 1869 en que se creó la Junta de Obras del Puerto de Tarragona con representación de la Junta Provincial de Agricultura, Industria y Comercio, del Ayuntamiento y de la Diputación.

A finales del siglo XIX tuvieron lugar las realizaciones más importantes que contribuyeron a que el puerto, poco a poco, lograra la fisonomía actual.

Los recursos se gestionaron de una manera más eficaz y las subvenciones del Estado fueron una fuente fija de ingresos. Además, coincidió con un momento en que aumentó considerablemente el tráfico, sobre todo la exportación de productos. Es la época del ingeniero Saturnino Bellido durante la cual se construyó el Moll de Costa, el Paralelo al de Costa y las obras de los diques de Levante, del Oeste y el Transversal.

Se llegó, por lo tanto, al siglo XX con un puerto artificial y calificado como de primera categoría, a pesar de que presentaba algunas deficiencias que serán las que, básicamente, se intentarán resolver en las primeras décadas.
En primer lugar había que enfrentarse al problema de la carencia de superficies terrestres para facilitar la carga y descarga de mercancías, así como almacenes y tinglados donde depositarlas.

Con el paso de los años, la actividad constructiva pasó a un segundo término y tomó más importancia el equipamiento de las infraestructuras y la renovación del utillaje, así como la mejora de los servicios, la pavimentación de los muelles o la instalación de energía eléctrica.

El Port de Tarragona intervino también en la construcción de los puertos de Cambrils, la Ametlla de Mar y Salou a raíz de un decreto del año 1928 por el cual Tarragona se encargaba de administrar y ejecutar las obras en aquellos puertos que de este modo pasaron a ser agregados al tarraconense.

Tarragona es y ha sido un puerto pesquero, siendo la pesca una de las actividades económicas más importantes de la zona tanto por el número de embarcaciones como por el valor de las capturas. La pesca se desarrolla en torno al barrio pescador conocido como el Serrallo.
A partir de los años sesenta, y a consecuencia de la implantación de la industria petroquímica en la zona y de la nueva situación económica creada con el Plan de Estabilización del año 1959, el tráfico portuario aumentó notablemente. Con esta nueva coyuntura, el puerto construirá nuevas instalaciones adecuadas a las necesidades del momento, como los pantalanes, para la carga y descarga de productos petrolíferos y nuevas vías de acceso como el Eje Transversal.

También experimentaron un cambio trascendental los barcos, puesto que de vela pasaron a ser de vapor.

Los veleros decimonónicos con poca capacidad de carga y muy lentos fueron sustituidos por los grandes buques a vapor y éstos por los petroleros, los portacontenedores y los de transporte de sólidos a granel actuales.

Esta diversificación ha comportado a la vez el desarrollo de nuevas técnicas de transporte, almacenamiento y de manipulación de cargas: silos para cereales, tinglados frigoríficos, descargadoras automáticas, etc. Pero también ha habido que adaptar la infraestructura portuaria a las nuevas necesidades aumentando el calado de los muelles o construyendo nuevas superficies como el muelle de Cataluña, el muelle de Andalucía, el de Cantabria o el de la Química.

 

 

 

 

No se puede obviar al hablar del Port de Tarragona el interés por la cultura y por la ciudad que ha demostrado a lo largo de los años. Muestra de esta relación puerto-ciudad es el Moll de Costa que se abrió al público en 1986 y que, desde aquella fecha, ha acontecido un punto de referencia para la ciudad de Tarragona.

La Autoridad Portuaria de Tarragona fue de las primeras en todo el Estado que creó un espacio para custodiar su patrimonio documental y gráfico: el Archivo del Port de Tarragona, y posteriormente otro para preservar su patrimonio material: el Museo del Puerto.

Archivo del Port

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Museo del Port

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Además, el Port de Tarragona, siempre ha dispuesto de espacios expositivos en los cuales personas  reconocidas dentro del mundo del Arte Contemporáneo han mostrado su obra y donde se han ofrecido exposiciones líderes del momento al alcance de la ciudadanía.

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